miércoles, 16 de abril de 2008

Cavilaciones imaginarias.

Hoy escribe mi Santa Maria o mejor dicho mi querida Maria Santa Cruz Gomez, muchas gracias.


Con muchas respuestas a preguntas que no puedo realizar, con dolor ante el continuo inconformismo de la perfección, búsqueda de algo natural, sin complejos, sin ataduras, oculto bajo el rock oscuro que me hace vibrar, latir con desconocimiento pero muerta de intriga, reir y pensar que así es la vida y darte cuenta de lo que podemos llegar a ser y llegar a convertirnos. GLÓBULOS DE CERVEZA me aceleran los pensamientos que recorren mi cabeza, sexo imaginario que te deja a medias, ni siquiera te toca. Dejo de esperar y me pongo una raya de energía, de vitalidad, de ganas y camino sin parar, sin huir pero alejándome de mis pensamientos que me anulan y me marean. Hoy, como el resto de días, lucho por ser yo misma.

Maria Santa Cruz Gomez.









4 comentarios:

Anónimo dijo...

No defraudas... las fotos muy sugestivas.. como siempre geniales¡¡¡¡¡

Santa.. me ha encantado¡¡

Unknown dijo...

Unas fotos muy sugerentes... dan pie a la imaginación...

Anónimo dijo...

Había una vez, en un pueblecito muy pequeño, un hombre que trabajaba de aguador. Por aquel entonces el agua no salía de los grifos, sino que estaba en el fondo de lo profundos pozos o en el caudal de los ríos. Si no había pozos excavados cerca del pueblo, el que no quería ir a buscar agua personalmente debía comprarla a uno de los aguadores que, con grandes tinajas, iban y volvían al pueblo con el preciado liquido.



Una mañana, una de las tinajas se agrieto y empezó a perder agua por el camino. Al llegar al pueblo, los compradores le pagaron las acostumbradas diez monedas por la tinaja de la derecha, pero solo cinco por el contenido de la otra, que apenas llegaba a la mitad.



Comprar una tinaja nueva era demasiado costoso para el aguador. Así q decidió que debía apurar el paso para compensar la diferencia de dinero que recibía.



Durante dos años el hombre siguió yendo y viniendo a paso firme, llevando agua al pueblo y recibiendo sus quince monedas como pago por una tinaja y media de agua.



Una noche se despertó un chist en su habitación:



--Chisssst... Chissssst...



--¿Quién anda ahí? -Preguntó el hombre.



--Soy yo –dijo una voz que salía de la tinaja agrietada.



--¿Por qué me despiertas a estas horas?



--Supongo que si te hablara de día y a plena luz, el susto te impediría que me escucharas. Y necesito que me escuches.



--¿Qué quieres?



--Quiero pedirte que me perdones. No fue culpa mía la grieta por donde le agua se escurre, pero sé lo que te he perjudicado. Cada día, cuando llevas al pueblo cansado y recibes por mi contenido la mitad de lo que recibes por mi hermana, me dan ganas de llorar. Yo sé que debías haberme cambiado por una tinaja nueva y desecharme, y sin embargo me has mantenido a tu lado. Quiero agradecértelo y pedirte una vez mas que me disculpes.



__Es gracioso que me pidas disculpas __dijo el aguador__.



Mañana, bien temprano, saldremos juntos tú y yo. Quiero enseñarte algo.



El aguador siguió durmiendo hasta el alba. Cuando el sol se asomó por el horizonte, tomó la vasija agrietada y se fue con ella al río.



__Mira__dijo al llegar señalando la cuidad__. ¿Qué ves?



__ La ciudad dijo la vasija.



__¿y que más?__Pregunto el hombre.



__No sé... El camino__contesto la vasija.



__Exacto. Mira a los lados del sendero. ¿Qué ves?



__Veo la tierra seca y el ripio del lado derecho del camino y los canteros de flores del lado izquierdo__dijo la vasija, que no entendía que le quería mostrar su dueño.



__Durante muchos años he recorrido este camino triste y solitario llevando agua hasta el pueblo y recibiendo igual cantidad de monedas por ambas tinajas... Pero un día noté que te habías agrietado y que perdías agua. Yo no podía cambiarte, así que tome una decisión: compre semillas de flores de todos los colores y las sembré a ambos lados del camino.



En cada viaje que hacia, el agua que derramabas regaba el lado izquierdo del sendero y, en estos dos años, conseguiste crear esta diferencia. El aguador hizo una pausa y, acariciando a su leal vasija, le dijo:<<¿Y tu me pides disculpas? ¿Qué importan algunas monedas menos si gracias a ti y a tu grieta los colores de las flores me alegran el camino? Soy yo quien debe agradecerte tu defecto>>.



Pd. saca tú la moraleja...





mil besos

Alegro dijo...

Muchas gracias!! muchas gracias!!

Mil bsos.